El viento: el principal adversario del ciclista
Como alguien acertadamente definió, el viento se erige como el enemigo público número uno del ciclista. Esta afirmación resuena especialmente entre los cicloturistas, aquellos que se aventuran a practicar el deporte que más desafía las inclemencias del tiempo, las cuales son abundantes.
Ya sea invierno, verano, otoño o primavera, siempre nos toparemos con algún fenómeno meteorológico empeñado en fastidiarnos el día. Sin embargo, hay uno que unifica nuestras quejas: el viento. Este se nos presenta como un muro invisible que obstaculiza nuestro avance sobre las finas ruedas de nuestras bicicletas.
Más de una vez he escuchado a cicloturistas con un currículum encomiable afirmar que preferirían enfrentarse a una salida bajo la lluvia que lidiar con el viento. Incluso yo mismo podría inclinarme a desear la lluvia en lugar de desafiar la ira de Eolo, el dios griego de los vientos, a quien Zeus otorgó el poder de controlar las tempestades y liberarlas a su antojo.
Eolo era temido en la mitología griega, y su influencia persiste hoy en día. Cuando el viento sopla con fuerza en contra durante la ida, consolamos nuestros ánimos pensando que al regreso nos impulsará hacia nuestro destino. Sin embargo, la "ley de Murphy" parece cambiar la dirección del viento, golpeándonos de frente hasta llegar a casa.
En el círculo ciclista, circula un dicho que establece que sobre la bicicleta, todo es molesto menos el viento, con perdón. Los ciclistas más experimentados pueden ofrecer valiosos consejos para enfrentar al enemigo invisible, y también podemos adquirir hábitos esenciales basándonos en nuestra propia experiencia.
Recuerdo mi primera confrontación con el viento durante una salida con mi antiguo club. Después de una extenuante ruta, el viento comenzó a soplar violentamente en contra durante nuestro regreso a casa. El orden en el pequeño pelotón de unos treinta compañeros se desmoronó, con algunos quedándose atrás debido al fuerte viento lateral.
Aquel día fue un verdadero desafío, con muchos de nosotros rodando solos contra el viento como cuentas de un collar de perlas roto. Un veterano amigo del club, que conducía el coche de asistencia, me aconsejó gritando: "¡Quita el plato! ¡Quita el maldito plato!". Aún llevaba todo engranado, pensando ingenuamente que así avanzaría más rápido. Reaccioné de inmediato, cambiando de plato y aumentando la cadencia de pedaleo, lo cual me permitió llegar a casa de manera más cómoda.
Así que, si la noche anterior a una salida excepcional de fin de semana escuchas el rugido del viento con pánico, siempre puedes rogar a Eolo por aires propicios o al menos suaves brisas favorables. Si el "Dios de los Vientos" muestra misericordia, es posible que te conceda todos los vientos encerrados en una bolsa bien atada, para que los manejes a tu antojo, al igual que Zeus hizo con él. Eso sí, no permitas que nadie abra esa bolsa.